Era una mañana fría y lluviosa,
iba de camino al trabajo, a paso lento recorría la calle que me llevaba al
sitio que día a día me chupaba toda la fuerza y la energía, pensaba en lo mal
agradecida que soy a sentir tanto tedio contra lo que, si bien me da de comer,
también me estaba volviendo loca.
Siempre me han fastidiado
enormemente las “ferias” que se forman alrededor de un accidente, o un suceso
tan desgraciado como cuando dos coches se chocan y hay un herido desfallecido
en la acera, me ha molestado mucho ver cómo la gente tiene una falta de
educación y sensibilidad ante tan delicado suceso, solo les falta ponerse a
vender palomitas de maíz para los espectadores, pero, esa mañana gris, fue
diferente….
Junto a la calzada se reunía un
gran grupo de personas formando un corro alrededor de lo que a simple vista
daba la impresión de ser un maniquí, no sé qué fuerza desconocida hizo que en
contra de mis costumbres me acerque a mirar, llegaba tarde al trabajo (otra
vez) llovía y hacía frío, pero me acerqué, y lo vi… no tenía más de quince
años, es casi de la edad de mi hijo –pensé- estaba tendido en la fría acera,
parecía que dormía, no puede evitar recordar como cada mañana beso a mi
adolescente dormido en la frente antes de salir de casa, sentí como un escalofrío
recorría mi nuca, llevaba una chompa azul y unos jeans, no tenía más que una
cortada en la frente, por lo demás, parecía simplemente que estaba tendido en
el suelo tratando de jugar una broma a los ilusos que se quedaban parados a
mirarlo con cara de curiosidad mezclada con pena.
Según escuché a los testigos, el
chico caminaba tranquilamente por la acera, cuando un taxi se acercó a toda
velocidad, perdió el control y lo arrolló, ni siquiera se tomó la molestia de
constatar si se trataba de un perro, porque, según lo que decían, dio marcha
atrás y huyó así como llegó, solo habían visto una mancha amarilla alejarse a
la velocidad del rayo, nadie alcanzó a fijarse en la matrícula, el muchacho
quedó tendido en la acera, su mochila no había durado ni 5 segundos a su lado, porque los inaprensivos se la llevaron en cuánto
la cabeza del muchacho tocó el suelo, alguien había llamado al 911 y estaban
esperando que llegase la ambulancia, mientras tanto, no quedaba más que esperar,
mirando como su cara de ángel de ojos
cerrados iba palideciendo cada vez más.
No sé cuánto tiempo pasó desde
que llegué, solo podía pensar en la joven vida que se había perdido en el frío
asfalto, caía una fina lluvia sobre nosotros, el chico no respiraba y parecía
dormir…si no fuera por esa cortada en la frente-pensaba para mis adentros,
cuando de pronto, volví la cabeza a mi derecha, no sé porque, era como si una
mariposa hubiese pasado a mi lado volando, y lo vi…el muchacho tendido en la
acera estaba parado a mi lado viendo su propio cadáver sobre el suelo…me tomó
unos segundos darme cuenta de que era él…, era él, la misma ropa, la misma cara
de ángel, solo faltaba la cortada en la frente, lo miré atónita y se volvió y
me dijo: puedes verme?
Le dije: sí, te veo..!!,
extrañamente no sentía miedo, ni inquietud, simplemente estaba sorprendida de
encontrarlo ahí, parado, a mi lado, como cuando te encuentras en el autobús a
un viejo amigo que no veías hace años, le dije: si, puedo verte…; me respondió: que es lo que está pasando?, no
entiendo nada… le expliqué con la mayor
naturalidad del mundo lo que había pasado, que le habían arrollado, que
estábamos esperando a los paramédicos pero en balde porque desgraciadamente
estaba muerto… me miró con sus enormes ojos cafés y me dijo: y ahora, que
hago?, mientras tanto la ambulancia se acercaba hacia donde nos encontrábamos,
alguien lo había cubierto con un plástico, y aturdida por el llanto histérico
de la sirena de la ambulancia le dije…-has
lo que sientas, seguro que dentro de tu corazón tienes la respuesta, seguro que
si buscas muy dentro sabrás…., los paramédicos habían llegado, y según la cara
que tenían después de haber examinado al caído, las cosas no iban nada bien…
No sé cuántos segundos pasaron
desde lo que le dije, hasta que el paramédico miró al otro negando con la
cabeza y entre que la gente empezó a murmurar, fue como si el tiempo se hubiese
detenido, solo recuerdo sentir su aliento helado sobre mi oreja diciéndome:
tienes razón, sé lo que tengo que hacer….
Y en ese momento, el muchacho
tendido sobre la acera, abrió los ojos…..
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